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martes, 4 de agosto de 2009

Submundo: capítulo 2

Capítulo 2:

Nione caminó por el largo pasillo que conectaba los dormitorios con el Gran Hall. Sus paso apenas se sentían en cada pisada. Su andar era sigiloso y volátil. Agustín un par de veces le había dicho que cuando caminaba parecía que no tocaba el suelo. Aquello le había dado muchas ventajas al momento de la cacería y la persecución.

Cruzó la gran sala e hizo oídos sordos a los comentarios y fingió no ver a nadie, se dirigió directamente a la Habitación Azul en donde se llevaban a cabo los concilios. Llegó frente a la gran puerta de roble y respiró en forma pausada para mantener el control sobre sus emociones, no podía permitirse dejar entrever ningún tipo de expresión mientras estuviera con los ancianos.

Golpeó sutilmente y esperó a que las puertas se abrieran. No tuvo que esperar mucho cuando una voz masculina le indicó que pasara. Con mucho cuidado ingresó al lugar y con una profunda reverencia se presentó ante el concejo. Cuando levantó sus verdes ojos se encontró con que la cámara estaba ocupada sólo por los más ancianos, es decir, con los tres de los cuatros cazadores fundadores del Delta que la miraban con magnificencia y superioridad, cosa que la cabreó, pero no lo demostró, y antes de dejar salir cualquier comentario se mordió la lengua, procurando no sangrar.

—Señores —saludó con su mejor voz de inferioridad.

Los tres ancianos la miraron y le indicaron con un gesto de cabeza que tomara asiento, mientras pasaba a ocupar su escritorio un escribano profesional.

Nione observó la pequeña sala y vio que al parecer no se uniría nadie más a la reunión, cosa que le pareció rara, después de todo cada vez que un rastreador daba cuenta de sus progresos y sus retrocesos, el concilio se reunía en pleno.

Observó a los tres ancianos mientras se dirigía su puesto. El que parecía tener más edad de todos ellos estaba sentado al centro, físicamente representaba unos cincuenta años, seguramente la edad que tenía cuando fue abrazado, pero sus grises ojos representaban el milenio o acaso los dos milenios que poseía. El que le seguía también rondaba los cincuenta, pero sus ojos eran sólo un poco más jóvenes que el primero. Asimismo el tercer anciano era físicamente algo más joven alrededor de los cuarenta, pero sus oscuros ojos cafés delataban su edad original.

—Toma asiento, Nione —habló el segundo al mando.

Nione al fin se sentó en la costosa y antigua silla y tuvo que contenerse de preguntar el por qué de esa reunión tan inusual. Era muy mal visto que los cazadores cuestionaran la forma en que la directiva de los ancianos más influyente llevaba las cosas. Sin embargo, el más joven pareció entrever la duda en su rostro porque inmediatamente le contestó.

—Vampiresa, el resto está arreglando unas cosas para esta noche, así que sólo nosotros tomaremos tu declaración, espero que no te moleste —le habló con la usual fría calma que caracterizaba a Giovanni, hijo de Samuel el cuarto hermano en línea directa con el primer príncipe de la raza vampírica.

Nione asintió en silencio y fijó su mirada en el escribano que no paraba de tomar nota. Por una extraña razón se sintió incómoda e inquieta, algo ahí no iba bien, pero no sabía qué; sin embargo, su instinto gritaba para que le hiciese caso.

—Nione Caspell —la llamó el primer anciano, con esa voz rasposa que infundía miedo y temor en sus iguales. Noctis el más antiguo incluso de la raza vampírica, creado por el segundo en la línea de sucesión al trono, era por eso que no reinaba. Eric había sido abrazado por el sucesor del primer príncipe y por eso tenía el derecho a reinar sobre el resto de sus iguales, a pesar de sus casi quinientos años que lo hacían apenas un muchacho para los ojos de los tres ancianos que tenía ante sí. Hizo una pequeña reverencia con su cabeza indicando respeto; el anciano continuó—. Los rumores se extienden rápido —le dijo por lo cual supo por donde iba el asunto—. Se dice que de progreso no has tenido nada, vampiresa —la acusó muy suavemente, demasiado suavemente.

Estaba dispuesta a hablar, pero el segundo anciano la interrumpió. Cristopher, hijo de Anís la segunda hermana en línea directa con el primero de todos ellos.

—Se dice que a pesar de que contaste con la ayuda de los cazadores de Randall aun así perdiste la pista del renegado, del traidor que osó levantar la mano contra su príncipe.

Frente a eso sólo le quedó asentir con un débil movimiento de cabeza.

—Comenzaré con mi reporte, si ustedes lo permiten, claro —les dijo y los ancianos intercambiaron un par de miradas entre sí, para luego dar su autorización—. Salí de aquí la misma noche en que el príncipe Eric fue atacado, siguiendo una pista que me llevó hasta los dominios del rey Fae, después de tres días el rastro se ensució y se perdió dejándome en nada. Volví hasta las instalaciones para descansar un poco y dar mi primer informe con el cual ustedes cuentan —les dijo y los ancianos volvieron a asentir nuevamente—. Sólo estuve un par de horas los cuales ocupé para darme un baño rápido, alimentarme y dormir algo, para luego salir tras una nueva pista que fue dada por uno de los rastreadores de turno. Esta vez el rastro me llevó hacia el tumulto de los cambia formas. Su líder Randall, se mostró encantado en colaborar por lo cual me facilitó a tres de sus mejores cazadores, sin embargo, al llegar el tercer día el rastro se vio nuevamente ensuciado, al cuarto día ya era difícil poder dilucidar hacia donde seguía —concluyó.

Noctis fijó sus grises ojos en los de ella y la examinó como si quisiera penetrar sus pensamientos para saber si estaba diciendo la verdad, después de un rato de silencio el segundo hermano alzó la voz en representación del mermado concilio.

—Aquellas palabras nos dejan sorprendido, vampiresa. Es bien conocida tu reputación como una de las mejores rastreadoras y cazadoras que tiene el Delta, como también lo es la reputación de la estirpe guerrera de Randall —le dijo Cristopher.

—Vampiresa, el caso será entregado a tus manos —habló Giovanni—. Esta noche Eric celebrará una fiesta como muestra de tranquilidad. Sin embargo, no podemos dejarlo sin protección. El concejo está de acuerdo en que seas tú la que te hagas cargo de su resguardo. Se te entregará un atuendo adecuado para el evento de esta noche. Mientras tanto descansa, vampiresa, se nota a lo lejos que tu cuerpo y tu mente están cansados —sentenció el más joven de los tres ancianos presente.

—Ya puedes irte, vampiresa —le dijo Noctis, por lo cual no le dejó otra opción que levantarse, hacer una reverencia y salir de la Sala Azul. Salió en dirección hacia el Gran Hall.

Con el mismo paso con el cual había llegado, salió hacia el pasillo que daba hacia los dormitorios. Caminó en silencio, procesando la información y lo extraño del concilio de esa tarde. Entró a su cuarto y antes de poner el grito en el cielo por tener que asistir a una fiesta, por mucho que fuera de guarda espalda, se desplomó en su mullida cama, donde cerró los ojos aun antes de topar la cara con la almohada. Cuando despertarse se alimentaría algo, ahora sólo quería dormir.

Agustín aparcó en el estacionamiento de su mansión a las afueras de la ciudad y se bajó sintiéndose al fin a salvo. Aquella mansión le había pertenecido a su familia humana, y al ser él hijo único fue el único heredero de tal magnificencia. Mientras estuvo en el Delta nunca la reclamó para sí, pero después de abandonar la corporación, decidió adaptar su adorable y elegante casa para servir de centro de operaciones para su disparatado grupo.

La fachada era perfecta, de arquitectura antigua y elegante, nadie se imaginaría que por dentro se resguardaba la mejor tecnología que el dinero pudiese comprar y que Dante pudiese manejar.

Se bajó de su automóvil y entró a su acogedor hogar. Apenas puso un pie dentro del rellano, un inmenso doberman negro se le lanzó al ataque. Antes de que lo derribara para lamerlo de pies a cabeza, su dueño le gritó que se detuviese.

—¡Basta, Mefistófeles! —gritó una voz masculina, desde el interior del salón.

El gran perro se detuvo y sólo se dignó a mover la cola frenéticamente. Agustín no pudo reprimir la carcajada al ver a aquel amenazante animal comportándose como un cachorro.

—Definitivamente Dante eligió muy mal tu nombre, Mefis. De diablo no tienes nada —le contestó, mientras acariciaba sus orejas. El perro se dejó caer de espalda, mostrando su panza para que lo acariciara.

—Esta bestia es una vergüenza —le dijo un gran macho que salía a su encuentro. Sus lentes ópticos de marco de color le daban un aire intelectual. Su desordenado cabello castaño claro indicaba que apenas había dormido y su enorme sonrisa hacía juego con sus risueños ojos café oscuro—. Realmente me equivoqué con su nombre. El verdadero Mefistófeles estaría indignado, menos mal que sólo es un personaje de libro —agregó, haciendo alusión al personaje de Fausto.

Agustín hizo un movimiento con la mano, restándole importancia al asunto, porque la verdad era que se divertía un montón observando al perro y los intentos desesperados de Dante por enseñarles trucos de ataque.

—Pues a mí me cae bien —sentenció, dejando al gran cachorro con la panza al aire—. ¿Qué tienes de nuevo? —le preguntó a su amigo mientras estrechaba su mano en un fugaz saludo.

Dante le indicó a Mefistófeles que se reuniera con ellos, mientras los dos se abrían paso hacia la zona de mando, el hogar de Dante. Un sinfín de aparatos electrónicos adornaban el lugar y una que otra máquina soltaba ciertos pitidos indicando cosas que sólo Dante comprendía.

—Logré derribar las primeras contraseñas, pero falta la última, ¿tienes algo para mí? —le preguntó alzando su mano hacia él, entonces Agustín comprendió.

—¿Cómo lo supiste? —le devolvió la pregunta antes de meter su mano al bolsillo del abrigo y sacar una pequeña tarjeta.

Dante lo miró y le sonrió con aquel gesto que decía sin palabras “yo todo lo sé”.

—Por favor, no me insultes. “Me gustaban más tus botones estilo militar, amor” —se burló de él y entonces comprendió. Le alcanzó la tarjeta y se revisó el interior del abrigo y extrajo un pequeño micrófono, ¿cómo no se había dado cuenta antes?

—Bastardo, te encanta reírte a mi costa. Debería patearte hasta que aprendieras a respetar mi intimidad —le dijo y lanzó el micrófono lejos.

Dante lo miró y se rió.

—Sólo quería saber quién era tu informante, no era mi intención espiar más allá, pero cuando te oí hablar con Edgard no pude evitarlo. Me hubiese gustado verle la cara cuando le dijiste que se tendría que poner esmoquin. Tú sí que sabes hacerlo sufrir.

—Eso es experiencia en tratar con chicos duros —le contestó y se sentó en el sillón adyacente, mientras Dante hacía su trabajo.

Insertó la tarjeta en la CPU y dejó que sus dedos volaran en el teclado, después de un minuto gritó en señal de triunfo. Agustín se levantó y observó lo que Dante había descubierto y se quedó boquiabierto, ante él estaba el retrato hablado del atacante con la descripción detallada de su perfil psicológico.

—¿Se lo hago llegar a Setti? —le preguntó y él negó con la cabeza.

—No, aún no. Necesito otro trabajo de ti —le contestó.

—Mande…

Dante no acabó cuando se sintió un gruñido desde la puerta. Mefistófeles se había lanzado contra un inesperado visitante.

—Pandales, quita a tu perro de encima mío —se oyó que un hombre llamaba.

Agustín y Dante se miraron para luego romper en una estruendosa carcajada, por lo cual les llegó una reprimenda de parte del recién llegado.

—Llama a tu perro, Dante, o juro que me desquitaré contigo, y tú, Recart, mantén tu boca cerrada.

Agustín frunció el ceño y le hizo gestos a Dante para que ignorara la amenaza y le indicó para que siguiera con su trabajo.

—Necesito dos invitaciones para la fiesta de esta noche y necesito que te metas al sistema y agregues nuestros nombres en la lista… —no alcanzó a terminar cuando en el umbral apareció el recién llegado con una aura de amenaza alrededor de él.

—Qué chiste ¿no? Burlémonos del idiota de Levi. Juro que odio a tu perro, Dante, realmente es un diablo —vociferó el macho. Agustín enarcó una ceja y se fijó en la pinta que llevaba su amigo. Cualquiera se asustaría si viera a un gran hombre vestido de motorista con cadenas colgando de sus pantalones y sus botas de cuero y hebillas, además aquellos ojos azul hielo no ayudaban en nada para disminuir el impacto de verlo.

—Mefistófeles ni siquiera ataca a sus propias pulgas. Deja de llorar, Pasek —le contestó Dante, mientras volvía a concentrarse en la pantalla y volvía a mover los dedos con rapidez sobre el teclado.

Levi iba a replicar, pero Agustín lo paró sacando algo de su abrigo, a Levi le brillaron sus fríos ojos y puso toda su atención en el objeto.

—Menos mal que llegaste, Pasek, necesito que copies esta bala para hoy en la noche. Podrás, supongo —le dijo, mientras le tendía la bala que le había robado a Nione. Levi era experto en armamento, era el encargado de crear nuevas armas para el grupo, por lo cual sabía que copiar el pequeño invento del Delta no sería problema.

Levi tomó el objeto en sus manos y lo observó y luego dio su visto bueno.

—Ingenioso —contestó y lo puso a contraluz—. No habrá problema, pero tendría que ponerme a trabajar inmediatamente —agregó antes de girarse y fulminar con la mirada al gran perro negro que lo miraba de la misma forma, definitivamente esos dos no se llevaban bien.

Antes de que saliera, Agustín lo detuvo.

—Te necesito esta noche como francotirador, Pasek —le dijo y a Levi le volvieron a brillar los ojos con una satisfacción que no se podía traducir en palabras.

—Bien, luego me cuentas, Recart —le contestó antes de salir.

Dante lo miró y le tendió dos tarjetas impresas.

—Nadie se dará cuenta que son falsas. ¿Qué haré yo? ¿Me quedaré aquí? o ¿tendré que unirme a los alrededores? —le preguntó, mientras se estiraba en el asiento.

—Te necesito a los alrededores. Tengo la leve impresión de que esta noche será movida, así que necesitaré apoyo en los alrededores.

—¿Aquello es intuición o es parte de tu informante? —le preguntó girando su silla y quedando frente a él.

Agustín se estiró en el sillón y suspiró antes de contestar.

—Creí que estabas escuchando mi conversación —le contestó—. Algo de ambas, Dante. Hay algo que no me calza, está claro que el Delta está involucrado en la organización de la fiesta. Tengo la impresión de que es todo un método para atraer al renegado.

—Oh… entonces Eric será la carnada. Juegan sucio, ¿por qué no pueden perseguirlo a la manera tradicional? Han perdido clase —le dijo.

—Ese es otro de los puntos que me preocupa. Nione es una de las mejores rastreadoras y cazadoras que van quedando, después de todo la apadriné yo, y los cazadores de Randall no se quedan atrás, sin embargo, el rastro se les escapó, de la nada se esfumó. Me preocupa, estoy seguro que no nos estamos enfrentando a un vampiro normal, y estoy seguro que el concejo lo sabe, por eso toda este montaje —concluyó, mientras hacía ademán de levantarse.

Dante lo siguió con la mirada y suspiró en señal de entendimiento, mientras volvía su vista nuevamente a la pantalla del PC.

—Bien… en este tiempo he aprendido a no ser caso omiso a tus intuiciones y a tus razonamientos. Me prepararé para esta noche, disfrutaré de sobremanera ver a Edgar vestido de fiesta y su rostro de pavor frente a lo inevitable —le contestó para volverse a sumergir en sus investigaciones.

Agustín lo observó y asintió con la cabeza.

—Iré a recostarme un rato. Aps, prepara comunicadores, lo necesitaremos —le ordenó antes de perderse en la escalera. Mefistófeles lo siguió de cerca hasta que cerró las puertas de su habitación. Se sentía cansado y preocupado, estaba seguro que esa noche sería larga.

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