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miércoles, 5 de agosto de 2009

Submundo: capítulo 4

Capítulo 4:

Edgard la vio desaparecer en dirección al territorio lupino con una determinación que lo sorprendió y lo irritó a la misma vez. Se quitó el casco y se colocó las oscuras gafas, mientras se arreglaba el largo cabello. Lo trenzó y lo amarró firmemente antes de bajarse de su moto. Observó la de ella y sintió curiosidad por la máquina, nunca en su vida había visto algo igual. El Delta sí que sabía cómo producir maquinarias y armas.

Observó el camino que ella había tomado y aspiró el olor en el aire. Realmente era estúpida y descuidada. Estaba sangrando. Su olor era penetrante e insoportablemente exquisito, así no tardaría en despertar la alarma en los cambia formas, si es que ya no lo había hecho ya. Era un peligro para ella misma y para quienes la rodeaban y no sabía por qué le preocupaba.

Se bajó de su moto y la dejó parada, odiaba el hecho de tener que desprenderse de ella, pero no podría meterse en ese lugar con aquella máquina.

Extendió sus sentidos hasta que la halló a unos metros al interior del frondoso y antiguo bosque. Estaba seguro que más tarde lamentaría el hecho de haberla seguido, pero era mucho más probable que sus capacidades los ayudaran a salir vivos de ese lugar. Respiró profundo y captó su fragancia, se deleitó un poco antes de lanzarse en la misma dirección que ella.

Diablos, no sabía por qué se preocupaba tanto ni por qué le importaba lo que le pudiera pasar. Eso sólo provocaba una estúpida debilidad en él que no debería tener. Se paró en seco cuando llegó hacia el linde del bosque y volvió a captar la femenina y seductora fragancia de su sangre, haciendo que sus colmillos se alargaran y que su garganta le doliera por una inesperada sed, además de que su miembro palpitara con dolorosa necesidad.

Mierda, se había excitado sólo con la fragancia de su sangre.

Se internó en el bosque y pudo sentir la presencia del renegado muy cerca de donde se encontraba la muchacha.

La pregunta era: ¿quién estaba cazando a quién?

Sintió la imperiosa necesidad de llegar a su lado lo antes posible. Era obvio que estaba en peligro y estaba seguro que no se había dado cuenta. Aunque había que reconocer que poseía unos reflejos espectaculares y unos sentidos agudos, pero la impulsividad que le había visto hasta ahora le jugaba en contra.

Se adentró sigilosamente sólo como él sabía hacerlo hasta que la divisó cerca de un árbol al otro extremo de un claro. Sintió la presencia del renegado atrás de ella y pudo apostar que ambos eran conciente de la presencia del otro, aquello lo relajó un poco, pero no del todo. Además su alarma se disparó cuando sintió cerca, muy cerca la esencia de un grupo de hombre lobos que venían a la carrera hacia donde ellos se encontraban.

Lo que pasó a continuación fue rápido y lo único a que atinó fue a lanzarse sobre ella, antes de que la bala la alcanzara, la munición quedó incrustada en el árbol y luego explotó. La luz ultravioleta se apagó de la misma forma en que iluminó el pequeño claro.

Su mente comenzó a funcionar nuevamente a una velocidad abismal. Alguien dentro del Delta estaba sirviendo de informante a este grupo, sino ¿cómo se explicaba que tuvieran en sus manos las mismas balas que supuestamente sólo la organización poseía? Bueno, vale ellos también la habían copiado, lo que demostraba aun más la inestabilidad de la institución.

Unos golpes en el pecho hicieron que bajara la vista y apenas lo hizo se encontró con los ojos verdes avellana de ella que lo miraban con irritación, asombro y algo de admiración.

—Eres una imprudente —le dijo casi gritándole y todo deje de admiración que pudiese haber guardado sus ojos se esfumó, siendo reemplazado por una dosis nueva de irritación.

Ella lo empujó, pero no logró moverlo, fue entonces que le habló.

—Se escapa, bastardo. Sal de encima mío —exclamó mientras hacía acopio para moverlo. Aquella muchacha tendría que aprender a hablarle mejor.

No supo que lo impulsó a ser desagradable, pero para no darle en el gusto se quedó sobre ella, negándole el movimiento. Fue entonces que pudo sentir las curvas de su cuerpo pegado al suyo y tuvo que reprimir un gemido. Si no hubiesen estado en una situación tan peligrosa, le hubiese arrebatado aquel pedazo de tela y la hubiese poseído ahí mismo, pero podía sentir cerca de ellos al grupo de cambia formas, así que la levantó y la sujetó muy cerca de él, sin poder evitar recibir por el camino un golpe en su pecho.

—Quédate quieta —le ordenó, mientras la giraba dejando su espalda pegada a su pecho y no pasó por alto el gemido que dejaba escapar ella. Sonrió mentalmente, mientras se preparaba para comenzar a torturarla.

—Que te jodan —le espetó ella.

—Tendrás que cuidar esa boca, niñita —le dijo y comenzó a quitarle la garra retractil que tenía en su muñeca izquierda sin que ella no opusiera resistencia.

Nione no supo en qué momento se halló bajo aquel gran cuerpo masculino viendo el rostro más arrollador que nunca antes había visto. Se quedó por un largo momento sin palabras y sumamente quieta observando la bala que podría haber colisionado con su cabeza, hasta que recobró la compostura y lo increpó, pero él se demostró sumamente desagradable.

Llevaba gafas oscuras ocultando su mirada, poseía un largo cabello negro que llevaba trenzado y olía exóticamente masculino. Aquello la desesperó junto con el rastro que se alejaba, así que lo increpó, pero lo único que consiguió fue que él la levantara y la girara para comenzar a quitarle las armas.

—¿Qué haces? —se oyó preguntar con voz temblorosa cuando el levantó su falda y agarró las dagas que llevaba oculta bajo el vestido—. Deja de tocarme, idiota —exclamó cuando él sacó la segunda daga y la lanzó junto a la primera y a su garra de plata.

Él aumentó el agarre alrededor de su cuello y se demoró en su pierna antes de tomar la beretta y sacarla de un tirón.

—Shh…, niñita, no te estoy tocando como piensas. No me interesan las adolescentes —se burló de ella, por lo cual sintió la cólera arder en su interior, comenzó a removerse y se detuvo cuando sintió la presión de su entrepierna en su espalda.

—Estás enfermo, bastardo —le espetó y él pareció quedarse quieto y mudo por un momento, pero volvió a levantar la falda para extraer las municiones y las lanzó con más fuerza hacia el mismo destino de su armamento.

Sin quitar el agarre sobre ella comenzó a quitarse sus propias armas. No entendía por qué lo estaba haciendo. Sacó del interior de su chaqueta un par de pistolas que no pudo reconocer y carga similares a la que llevaba ella.

—¿Por qué tienes esas balas? Y ¿por qué nos estás desarmando? —le preguntó con exasperación.

Él extrajo del interior de sus pantalones alrededor de sus piernas tres dagas con incrustaciones de piedras preciosas y las lanzó en la misma dirección.

—Si no te has dado cuenta estamos siendo rodeados por los cambia formas, princesita. Lo mejor en estos momentos es mostrarnos amigables, niñita —le contestó de mal humor, entonces ella se dio cuenta que la presencia de los lupinos estaba muy cerca.

No tuvieron que esperar mucho más hasta que los ojos de ellos comenzaron a brillar entre los árboles y un aullido rompió la noche, cosa que la hizo temblar. Él se acercó hasta su oído y le susurró algo que a duras penas logró comprender, pero su cuerpo entero reaccionó ante aquel gesto.

—Quédate quieta, princesita —le dijo—. Tu sangre los ha atraído como moscas a la miel y ya sabes lo territoriales que son. Está claro que no están nada de contentos con tener visitantes inesperados —agregó y se acordó de las heridas de sus pies desnudos y maldijo su descuido. Había estado demasiado preocupada por dar caza al renegado que se había olvidado de aquel gran detalle. —Vaya, al fin te diste cuenta de tu estupidez —le murmuró él haciendo que la ira volviera a apoderarse de ella.

Estaba a punto de replicarle cuando fue cortada de lleno por una voz en su mente, una voz que reconoció de Damian, el cazador que la había acompañado en su cacería hace un día atrás.

—Vampiresa, creí que tenías más respeto por nuestras costumbres —escupió.

Quiso responder, pero el agarre en su hombro se intensificó lo que le dio la idea de que a él también le estaban hablando y lo confirmó con creces cuando respondió por ella.

—Lo sentimos, Damian hijo de Dánsalo. Nuestra intención nunca fue invadir su territorio —le contestó el odioso y ella no pudo evitar sorprenderse de que conociera al hombre lobo. —Pero un asunto importante nos impulsó a internarnos en el tumulto, corriendo el riesgo de molestarlos —agregó con una voz sumamente calmada.

—Eso deberán hablarlo con Randall, Setti —le contestó Damian. Al fin supo cómo se llamaba aquel imbécil.

—Nos harías un favor si lo llamaras —se aventuró ella. Randall había demostrado simpatía cuando había hablado con él hace cinco días—. El renegado nuevamente se ha internado en estas tierras. Estoy de caza —agregó.

—Lo sabemos. Un grupo de nosotros ya ha ido por él, esta vez no saldrá de estas tierras, vampiresa, y ustedes tampoco lo harían si no fuera por Randall que viene en camino —le contestó el lobo.

Fue entonces que se relajó algo. Randall la escucharía antes de atacar. Sintió nuevamente el agarre de Setti sobre sus hombros y su boca peligrosamente cerca de su oído.

—Pareces tenerle confianza a Randall —le murmuró con fastidio en la voz.

—No es de tu incumbencia, Setti —le contestó con frialdad, pero consiguió que él soltara una suave carcajada que la irritó aun más.

—Tienes agallas, rastreadora —le dijo antes de fijar su vista entre los árboles, ella hizo lo mismo porque sintió la presencia del lobo.

Sólo pasaron unos segundos antes de que apareciera ante ellos, los ojos verdes grisáceos de Randall, para luego aparecer su gran cuerpo de lobo y quedar frente a ellos. Su pelaje dorado brillaba con la luz de la luna, y sus ojos los examinaba divertidamente. En un pestañear cambió de forma hasta quedar frente a ellos como un humano de alrededor de 2 metros. Su cabellera dorada y larga le caía sobre su masculino rostro y sus ojos verdes grisáceos se iluminaron con un brillo al reconocerla, le sonrió y extendió sus brazos en señal de bienvenida.

—Nione, estás herida —le dijo y sintió la tensión que se apoderó de su improvisado protector, levantó la mirada, pero no fue capaz de dilucidar lo que su estoico rostro escondía—. Mis chicos están vueltos locos con el olor de tu sangre y yo me uno a ellos. Debemos hacer algo al respecto, ¿me dejarás curarte? —le preguntó y el agarre alrededor de su hombro se intensificó y su boca volvió a descender hacia su oído.

—Ni se te ocurra aceptar —le susurró con la voz inesperadamente tensa. Estaba segura que si no tuviera las gafas puesta sería posible ver como fulminaba con la mirada a Randall. La pregunta era el por qué.

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